En el post que compartí en mis redes, se ve un peque jugando con un avión de juguete, y el peque está diciendo:
A) «¡Mira, mamá! ¡El avión amarillo!»
B) «¡Mira, mamá, cómo vuela el avión! ¡Va muy rápido! ¡Va por encima de las nubes! ¡Qué chulo!»
¿A o B?
Vamos allá.
Tu peque está jugando con su avión de juguete.
Lo hace volar y volar, poniendo el bracito hacia arriba.
Y hace ruidos de rapidez: “Vvvvuuummm, ffffiiiuuuuuu”.
Tu peque no habla todavía.
Porque todavía es muy pequeño…
… o porque está tardando en hablar.
Si tu peque SÍ que hablara, con palabras,
o fuera más mayor…
¿qué es más probable que te diría?
¿El texto de la opción A de la imagen?
¿O la opción B?
La verdad, es poco probable que le interese hacerte una mera descripción sobre qué color es su avión.
Muchísimo más probable que dentro de su cabecita está pensando
y diría
“Wow, cómo vuela
mira, qué rápido
por encima de las nubes”
y muchas más cosas
INTERESANTES
DIVERTIDAS
SIGNIFICATIVAS
EMOCIONANTES
¡CHULAS!
Ahora miremos al adulto (mamá, papá, educadora)
que juega con el peque
que está tardando en hablar
¿Qué le dice a este peque cuando le ve jugar así?
Pues según las decenas de visionados de vídeos que veo de mamás y papás con sus peques
estos hacen un comentario del tipo opción A)
Basado en hechos reales.
¿Qué necesita escuchar un peque del adulto con el que interactúa
para que su lenguaje vaya desarrollándose?
Esta es la base de mi intervención sobre los desafíos comunicativos con las familias,
la intervención naturalista
(”método natural de lenguaje”).
¿Qué te ha hecho pensar?
Cuéntame 🙂