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Cómo hablar a nuestros hijos: 7 ejemplos reales que no funcionan y qué hacer en su lugar

Tabla de contenidos

En este artículo he recopilado algunos ejemplos reales que he escuchado muchas veces. Muchos son de cuando vivíamos en Londres e íbamos al parque. Cada uno lleva por título lo que deberíamos hacer cuando hablamos con nuestros hijos en contraposición de lo que estas mamás estaban haciendo en su lugar.

Siempre va bien reflexionar y llevar a la consciencia nuestro estilo comunicativo, para poder, si hace falta, hacer modificaciones. Espero que os sirva para autoevaluar la manera como habláis con vuestros hijos, que es de vital importancia para su confianza y desarrollo, también del lenguaje.

1) Lejos y gritando

“¡Oye! No vayas por ahí. No, no, no. Escúchame, no estás escuchando” Estas palabras las escuché de una cuidadora a la nena de unos 2 años que cuidaba, hablándole desde lejos.

Cuando hablamos con un niño, especialmente cuando son pequeños y están aprendiendo a hablar y a comunicarse (bebés, 1, 2, 3, 4 años), debemos ir a su lado, bajarnos a su altura, y entonces hablar con ellos.

Los niños siempre están haciendo sus cosas, jugando, imaginando, no tienen por qué saber que estamos hablando con ellos si no estamos a su lado. No debemos gritar, ni hablarles desde lejos, o desde otra habitación. Por lo dicho antes y también porque no es un modelo que queremos que aprendan. No nos gustaría que nuestros hijos nos hablaran gritando o desde la habitación de al lado, ¿verdad?

2) Hablar solo nosotras

Siempre hablo del interés del niño como parte fundamental para el aprendizaje significativo. Es importante dejar que ellos nos muestren lo que les interesa para ir siguiéndoles.

Por tanto, es tan importante nuestra actitud hacia ellos. Debemos dejar que puedan mostrarnos lo que les interesa y para eso es necesario que les dejemos tiempo y espacio para que puedan expresarlo (sea con palabras, con gestos o con alguna acción).

Con el lenguaje pasa lo mismo. Cuando están aprendiendo a hablar es necesario que dejemos que tengan muchos momentos para expresarse, no llenar sus espacios comunicativos con nuestras palabras sino dejar más espacios de “silencio” que serán sus turnos de palabra.

3) Excusas y mentiras

Parque infantil en Regent’s Park, Londres

En la imagen, podéis ver esa fuente chulísima de agua donde los niños pasan largos ratos ingeniando cosas, compuertas, mantener el agua, hacerla salir… M corre, se emociona cuando sale el agua, bombea el agua, se moja, mira por un lado, por el otro… Y todos los niños alrededor igual.

Hasta aquí todo bien. Se acerca una niña de unos 2 años y quiere bombear la fuente. Su madre desde lejos le dije que vaya con cuidado. Le vuelve a decir que vaya con cuidado (2ª vez). Cuando se acerca a ella le dice que vaya con cuidado (3ª vez) que puede resbalar. La niña quiere hacer ir el agua. La madre le dice que no puede, que no funciona. (Hace un momento estaba funcionando, había muchos niños de escuelas que vienen a jugar pasándolo en grande).

M va y la hace funcionar, no sé si lo ha hecho por casualidad pero ha sido ni que hecho a propósito. La madre se ríe por lo bajo y le dice a la niña que solo funciona para los niños mayores.

Mi reflexión sobre mentir a los niños y darles este tipo de excusas. Pensamos que son tontos y no se enteran. No les tenemos el merecido respeto. Pero sobre todo, estamos causando daño. Niños que no sabrán qué creer, que no podrán confiar en nosotros ni en otras personas, inseguros, indecisos…

Debemos hablar con respeto a los niños, como personas que son, con grandes capacidades además, en pleno desarrollo. Y eso empieza por decirles las cosas como son, la verdad. En este caso la verdad es que la madre no quiere que juegue con el agua. Los motivos pueden ser varios: no quiere que se moje, le da miedo que se resbale, etc. Lo que sea, pero debemos poner palabras a la realidad.

Estos motivos solo son de la madre (la niña puede y debe poder mojarse, tocar el agua, probar, jugar, etc.), pero si realmente son importantes pues decírselos: “Prefiero que no juegues porque no quiero que te mojes” y dar un motivo (resfriarse, no llevar ropa de recambio, etc.). “Prefiero que no te subas aquí porque me da miedo que te resbales”. El miedo está en la madre, no en la niña, y no deberíamos transmitírselo.

De todas maneras antes de llegar a estas “excusas” poco constructivas deberíamos reflexionar sobre por qué no les dejamos hacer según que cosas y darnos cuenta de que se puede hacer o decir de otra manera. Esta madre estaba totalmente inmóvil al lado de su hija. Y si en lugar de esto simplemente se pusiera más cerca de ella, para darle la mano o ayudarla si cree que puede resbalar y dejarle un poco más de iniciativa para que pruebe lo que ella quería.

4) Quedarnos en niveles inferiores del desarrollo

Cuando los niños son pequeños, muchos padres y adultos suelen hablar en tercera persona. “Mamá te ayuda”, “María lo hace”, “Carlos está comiendo” (refiriéndose al propio niño/a). Es una manera de hablar muy común que no suele tener repercusiones porque a la que los niños van mejorando naturalmente los padres también dejan de usar esa manera de hablar para usar el lenguaje correcto.

Pero hay casos en que esta manera de hablar puede ser contraproducente y no ayudar al niño/a en su desarrollo. Cuando los niños presentan dificultades, se da también la situación de que los padres van perdiendo su naturalidad y se quedan atrapados en un lenguaje no adecuado para favorecer el desarrollo. El niño avanza más lentamente de lo que se espera y los padres también quedan paralizados en ese lenguaje de “niño pequeño”. Lo que pasa entonces es que se da la situación de que el niño tampoco está recibiendo un modelo para poder avanzar. Si siempre escucha todo en tercera persona y frases muy simplificadas como “María está jugando”, “papá te da el juguete”, se está perdiendo un montón de partículas del lenguaje que son importantísimas e imprescindibles para comunicarse. Así, en lugar de “papá te da el juguete” podemos decir “quieres que te dé (yo)…”, o “mamá te ayuda”, puede ser “yo te puedo ayudar”, “¿te ayudo?”.

Al principio costará hacer el cambio, hablar a nuestros hijos como a un niño más mayor, pero en seguida conseguiremos que nos salga natural y será favorecedor para su desarrollo del lenguaje.

5) “No habla nada”

Oigo en el parque a dos madres hablando y una le dice a la otra sobre su hija de dos años que está ahí al lado: “No habla nada”.

He oído muchas veces este comentario por parte de padres y la mayoría de veces aquel niño/a sí que habla: sea que dice algunas palabras, o se comunica mayoritariamente con su lenguaje no verbal (gestos, acciones, indicaciones, etc.). Los padres están preocupados porque no habla como otros niños de su edad, pero decir “no habla nada” no es ajustado a la realidad.

La conclusión de todo esto es que no deberíamos hablar como si nuestros hijos no estuvieran delante, ellos escuchan todo desde que son bebés y entienden mucho más de lo que normalmente pensamos. Y ellos: ¡están hablando! (a su nivel, a su manera, pero para ellos es hablar).

Debemos dar la importancia que tiene a ese lenguaje, estableciendo pequeñas conversaciones con ellos, con lo que ellos van diciendo nosotros vamos añadiendo lenguaje.

6) Decirles que no

Jugando en el parque de la fuente que tanto nos gusta especialmente en verano, donde los niños se ponen en bañador y juegan durante horas con estos conductos, compuertas, arena, agua. Es cierto que ahora hace frío, pero nosotros seguimos viniendo a veces un rato.

Y ayer encontré lo que encuentro durante todo el año, hasta cuando hace buen tiempo. Una canguro con dos niños no les dejaba jugar con el agua. Vale que ahora hace frío y se puede entender por si se mojan, pero ya os digo que lo escucho hasta cuando hace bueno.

El problema es como se transmite el mensaje a los niños y, en primer lugar, por qué se va a este parque si se sabe que hay la fuente. A los niños les encanta el agua, la arena y las fuentes, entonces si no quieres que jueguen con agua, mejor no ir a este parque.

En segundo lugar, solo decir: “no se te permite jugar con el agua”, “si tocas el agua nos vamos ahora mismo” y la explicación “el agua no es para jugar sino para beber”, no dan lugar a comprensión por parte del niño. Esto es lo que solo escuchaba de esta chica una y otra vez. Es cierto que el agua no es para jugar por la escasez… pero ¿cómo le haces entender esto a un niño en un parque que tiene una fuente que está claramente fabricada para jugar?

Y repetir “no” y “no se te permite jugar con el agua” más las amenazas… Los niños preguntaban “por qué” y la chica no les decía nada! Qué tal un “hace mucho frío, no tengo ropa de recambio, no quiero que te mojes porque te puedes resfriar, entiendo que quieras jugar con el agua pero yo prefiero que no lo hagas”, etc. ?￰゚マᄐY sobre la pregunta “por qué?” del niño, exactamente la pregunta que nos tenemos que hacer nosotras cada vez que “prohibimos” algo. De verdad que no pueden hacer eso? Qué pasaría si lo hicieran? Y ver que en la mayoría de casos no sería probablemente tan grave.

7) Pretender que hagan cosas para las que no están preparados

“Tenéis que compartir. Si no compartes te saco de ahí. ¡No, no, no!” Una madre a su hijo y una amiguita de unos dos años los dos, des de un poco lejos. El juego era con una especie de xilófono grande que hay en el parque para tocar. En realidad hay dos, así que cada uno podría haber tocado uno; eso es lo que la madre pretendía. Pero los niños tenían dos años y la madre se lo decía medio de lejos. Y solo esas dos frases, sin dar más tiempo, sin acercarse. La mamá fue hacia allí y cogió a su hijo en brazos y se lo llevó lejos.

¿Qué vemos aquí?

  1. A los niños pequeños debemos hablarles desde muy cerca, estando a su lado, acompañándonos con la acción. Esta mamá tendría que haberse puesto a la altura de los niños, con ellos, y entonces decir y mostrar lo que ella pensaba que podían hacer.
  2. Aprender a compartir es un tema que da para un libro entero. No siempre que les decimos a los niños que compartan es en realidad correcto, necesario o adecuado. De todas maneras, sí lo que queremos es que estos niños puedan estar juntos, haciendo una actividad conjunta, y vemos que se están enfadando, porque los dos quieren los mismo, estaría bien que nos pusiéramos con ellos, que invitáramos a uno a tocar, luego al otro, luego a los dos, modelando la acción, haciéndolo des de la positividad (no desde el estar enfadada), disfrutando del momento.
  3. No anticipar lo que vamos a hacer ni dar una explicación adecuada a los niños los deja muy confundidos y con el consecuente enfado. La mamá solo dijo esas dos frases (desde lejos y no muy adaptadas a la situación) y ya cogió al niño en brazos y se lo llevó lejos. El niño se sintió tratado como un objeto (aunque no pueda razonarlo así), lo cogieren , lo desplazaron. Al menos podríamos decir algo mientras nos vamos de allí que explique un poco la situación como? “nos vamos porque veo que os estáis enfadando”, o algo así, aunque en esta situación poco se puede explicar que pueda dejar al niño tranquilo y entendiendo el porqué real de todo eso.

¿Te has fijado cómo les hablas a tus hijos?

¿Crees que haces algunas de estas cosas?

Déjame en los comentarios alguna reflexión sobre lo que te ha hecho pensar este artículo.

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